Imagen tomada de: www.pelijuegos.com.
Hola solecitos, en este blog
colocare los link o subiré los archivos referidos a las actividades para el
hogar planteadas en el modulo de trabajo, así si decides realizarlas será mucho
más fácil para ti.
Espero que esta actividad te motive
y motive tus neuronas.
Recuerdas el texto"El vidrio que se desvaneció", aquí te posteo el fragmento de la adaptación a cine.
Cabe anotar que la especie de la serpiente cambia de una
Boa en el texto original a una Pitón en la película.
El módulo nos invita a observar el último capítulo de la
serie Los Hechiceros de Waverly Place, para que puedas verlo debes hacer lo
siguiente:
Da clic en el link: https://mega.co.nz/#!2F13mSYZ!SYb93Em8Om1C4QtywZX8PQgalYgdR1CbGhDNe5R6Yus
Se abrirá la siguiente pantalla, da clic en “I agree wiht
he Mega…
Luego en Download,
así se descargara en tu equipo y lo podrás ver dando un doble clic en el
archivo bajado a tu PC.
Imagen tomada de: https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg1Wj501lhiqh7OAYkMcTiyewbe6yigS8eRAVDH2_p4orUIJP2aZ3v95jWJBcM0egrkICdREeb4iftxRDgIXOeDTalRMj-MULmm9flj6wJIEAOujDSHzf9UeWA2ezCtTQfyb3fisAStybfT/s1600-h/la+piedra+filosofal.jpg
El segundo ejercicio
te sugiere que realices una caricatura de los señores Dursley, este es el texto sugerido:
1
El niño que vivió
El
señor y la señora Dursley, que vivían en el número 4 de Privet Drive, estaban
orgullosos de decir que eran muy normales, afortunadamente. Eran las últimas
personas que se esperaría encontrar relacionadas con algo extraño o misterioso,
porque no estaban para tales tonterías.
El señor Dursley era el director de una empresa llamada
Grunnings, que fabricaba taladros. Era un hombre corpulento y rollizo, casi sin
cuello, aunque con un bigote inmenso. La señora Dursley era delgada, rubia y
tenía un cuello casi el doble de largo de lo habitual, lo que le resultaba muy
útil, ya que pasaba la mayor parte del tiempo estirándolo por encima de la
valla de los jardines para espiar a sus vecinos. Los Dursley tenían un hijo
pequeño llamado Dudley, y para ellos no había un niño mejor que él.
Los Dursley tenían todo lo que querían, pero también
tenían un secreto, y su mayor temor era que lo descubriesen: no habrían
soportado que se supiera lo de los Potter.
La señora Potter era hermana de la señora Dursley, pero
no se veían desde hacía años; tanto era así que la señora Dursley fingía que no
tenía hermana, porque su hermana y su marido, un completo inútil, eran lo más
opuesto a los Dursley que se pudiera imaginar. Los Dursley se estremecían al
pensar qué dirían los vecinos si los Potter apareciesen por la acera. Sabían
que los Potter también tenían un hijo pequeño, pero nunca lo habían visto. El
niño era otra buena razón para mantener alejados a los Potter: no querían que
Dudley se juntara con un niño como aquél.
Nuestra historia comienza cuando el señor y la señora
Dursley se despertaron un martes, con un cielo cubierto de nubes grises que
amenazaban tormenta. Pero nada había en aquel nublado cielo que sugiriera los
acontecimientos extraños y misteriosos que poco después tendrían lugar en toda
la región. El señor Dursley canturreaba mientras se ponía su corbata más sosa
para ir al trabajo, y la señora Dursley parloteaba alegremente mientras
instalaba al ruidoso Dudley en la silla alta.
Ninguno vio la gran lechuza parda que pasaba volando
por la ventana.
A las ocho y media, el señor Dursley cogió su maletín,
besó a la señora Dursley en la mejilla y trató de despedirse de Dudley con un
beso, aunque no pudo, ya que el niño tenía un berrinche y estaba arrojando los
cereales contra las paredes. «Tunante», dijo entre dientes el señor Dursley
mientras salía de la casa. Se metió en su coche y se alejó del número 4.
Al llegar a la esquina percibió el primer indicio de
que sucedía algo raro: un gato estaba mirando un plano de la ciudad. Durante un
segundo, el señor Dursley no se dio cuenta de lo que había visto, pero luego
volvió la cabeza para mirar otra vez. Sí había un gato atigrado en la esquina
de Privet Drive, pero no vio ningún plano. ¿En qué había estado pensando? Debía
de haber sido una ilusión óptica. El señor Dursley parpadeó y contempló al
gato. Éste le devolvió la mirada. Mientras el señor Dursley daba la vuelta a la
esquina y subía por la calle, observó al gato por el espejo retrovisor: en
aquel momento el felino estaba leyendo el rótulo que decía «Privet Drive» (no
podía ser, los gatos no saben leer los rótulos ni los planos). El señor Dursley
meneó la cabeza y alejó al gato de sus pensamientos. Mientras iba a la ciudad
en coche no pensó más que en los pedidos de taladros que esperaba conseguir
aquel día.
Pero en las afueras ocurrió algo que apartó los taladros
de su mente. Mientras esperaba en el habitual embotellamiento matutino, no pudo
dejar de advertir una gran cantidad de gente vestida de forma extraña.
Individuos con capa. El señor Dursley no soportaba a la gente que llevaba ropa
ridícula. ¡Ah, los conjuntos que llevaban los jóvenes! Supuso que debía de ser
una moda nueva. Tamborileó con los dedos sobre el volante y su mirada se posó
en unos extraños que estaban cerca de él. Cuchicheaban entre sí, muy excitados.
El señor Dursley se enfureció al darse cuenta de que dos de los desconocidos no
eran jóvenes. Vamos, uno era incluso mayor que él, ¡y vestía una capa verde
esmeralda! ¡Qué valor! Pero entonces se le ocurrió que debía de ser alguna
tontería publicitaria; era evidente que aquella gente hacía una colecta para
algo. Sí, tenía que ser eso. El tráfico avanzó y, unos minutos más tarde, el
señor Dursley llegó al aparcamiento de Grunnings, pensando nuevamente en los
taladros.
El señor Dursley siempre se sentaba de espaldas a la
ventana, en su oficina del noveno piso. Si no lo hubiera hecho así, aquella
mañana le habría costado concentrarse en los taladros. No vio las lechuzas que
volaban en pleno día, aunque en la calle sí que las veían y las señalaban con
la boca abierta, mientras las aves desfilaban una tras otra. La mayoría de
aquellas personas no había visto una lechuza ni siquiera de noche. Sin embargo,
el señor Dursley tuvo una mañana perfectamente normal, sin lechuzas. Gritó a
cinco personas. Hizo llamadas telefónicas importantes y volvió a gritar. Estuvo
de muy buen humor hasta la hora de la comida, cuando decidió estirar las
piernas y dirigirse a la panadería que estaba en la acera de enfrente.
Tomado de:
Rowling, J.K. Harry Potter
y la piedra filosofal. Barcelona : Salamandra,
2000.
Pag. 5-6.
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